miércoles, enero 07, 2009

HANK (39)

Todos somos adictos a algo. Yo lo soy a mis adicciones. Si, habeis escuchado bien, soy adicto a mis adicciones.

Y lo soy desde siempre. Os lo dice alguien que dejo el biberon a los 12 años. Mas obligado por mi madre que por voluntad propia. Supongo que de hay viene mi aficion por chupar. Cualquier psiquiatra infantil diria que no he superado esa fase que va de los 6 a los 12 meses, cuando los recien nacidos descubren el mundo a base de morderlo. Si a eso le sumamos que nunca me dieron el pecho... Blanco y en botella.

Y a Marcela le encantaba como estaba chupandole los pezones. Lo notaba en sus ojos.

sábado, enero 03, 2009

HANK(38)

Y es que a pesar de estar rodeados de miles de personas, nuestra vida no depende mas que de 3 o 4. 5 a lo sumo. Es a lo que yo llamo "pequeños universos".

Pequeños planetas que giran juntos dentro de un gran universo.
Pequeño planetas que se mueven guiados por leyes que nadie conoce. Submundos donde cualquier alteracion puede acabar con el orden.
Miniuniversos sin sol y sin vida.
Con multiples soles.
Con estrellas enanas a punto de explotar.
Algunos arrasados por agujeros negros.
Universos que devoran a otros.
Universos que pierden la razon y abandonan las leyes de gravitacion.
Universos que colisionan.
Universos que nacen todos los dias.
Tambien hay cometas errantes que solo vagan esquivando planetas.

Si alguien me conociera mas a fondo se daria cuenta que soy uno de esos agujeros negros que aparecen sin avisar, que atraen toda la atencion, quiza demasiada, y que luego lo absorben todo hasta no dejar mas que un vacio total. La silueta de lo que antes era. Antes. Despues de mi, la nada.

jueves, enero 01, 2009

HANK (37)

Asi que me puse a fregar los platos y las sartenes que aquellas dos pequeñas habian usado para saciar su hambre.

Era envidente que no solo la vajilla necesitaba un buen lavado. Mi cerebro pedia a gritos un buen centrifugado. Mi vida habia empezado a moverse sin rumbo alguno y no hacia mas que perder el tiempo. Y el dia que el barquero me pida mis monedas para cruzar la laguna Estigia, tendre que decirle que me las habia gastado en nada. En kilos de nada. Toneladas de nada. Montones piramidales de nada infinita. A este paso me iba a bastar un folio por una cara para escribir mi autobiografía.

Sono el telefono. Era Marcela. Hacia meses que no la veia. Tan solo hablabamos por telefono. Era una chica rellenita cuyo unico sueño era conseguir un cuerpo mas acorde a su ego. Estaba ahorrando para conseguirlo. No creia en las dietas ni los milagros. Creia en los cirujanos plasticos. La habia conocido en una librería que hay en la calle Sagasta. Una de esos lugares con forma de cueva donde la gente lleva los libros que no piensa volver a abrir. A mi me gusta comprar libros de segunda mano. Se parecen mas a los libros de verdad que los recien impresos. Yo soñaba con mis libros convivieran con aquellos.

El caso es que me dijo que le sonaba mi cara. Aquello sonaba a mala entrada. Yo le dije que lo mas probable es que nos hubieramos visto en algun bar y yo hubiera intentado ligar con ella totalmente borracho. Pero me dijo que no salia mucho de casa. Que cuando consiguiera el cuerpo perfecto volveria a salir al mercado. Que trabajaba en casa haciendo nudos para velas. Un nudo por cinco centimos. Sesenta mil nudos, las tetas perfectas. Y por otros cien mil, la liposucción soñada. Le dije que queria conocerla. Escribir sobre su apasionante vida.

Desde entonces no habia vuelto a verla. Pero me llamaba religiosamente todas las semanas. Me hablaba de ella. De que solo salia a la calle a comprar. Comida, libros y vibradores transparentes y de todos los colores. Me decia que ella solo se bastaba. Que mejor sola que mal acompañada. Que cuando tuviera el cuerpo perfecto todas la envidiarian. Todos querrian acostarse con ella. Y que entonces seria ella la que riera la ultima.

Asi que cuando me llamo aquella tarde no esperaba mas que una nueva retahíla de humor, pesimismo, masturbación y sueños incumplidos. Pero me dijo que por fin habia atado tantos nudos como para tener el cuerpo de sus sueños. Y queria que lo viese. Queria que yo fuera testigo del antes y el después.

Me dio su direccion. No quedaba muy lejos. Por el camino pensaria en toda la felicidad que aquellos cirios pascuales y velas aromaticas iban a repartir. Marcela feliz. Yo feliz. Al menos por aquella noche.