jueves, mayo 26, 2005

HANK (23)

Me acerque a la mirilla de la puerta. Una chica y un chico cargados con bolsas de la compra esperaban. No parecían sospechosos ni capaces de robar casas entrando por la fuerza. –Que cojones- pensé- veamos que quieren estos dos- y abrí la puerta.

Ojos de sorpresa y sonrisas profident. Nunca había visto tantos dientes blancos juntos. El chico era alto, delgado, pelo trabajadamente despeinado y ojos de rata. Si. Ojos de rata. Se lo que me digo. Esa clase de ojos entrecerrados que te escudriñan de arriba a abajo sin que te des cuenta. Vestía vaqueros gastados y una camiseta blanca con dos tallas más de las que necesitaba.
La chica era pequeña y de piel blanca. Muy blanca. Como esas muñecas de porcelana que tenia mi abuela y a las que me gustaba arrancar la cabeza. Bueno, arrancarles la cabeza y desnudarlas. Como veis ya despuntaba desde muy pequeño. Era morena y con unos ojazos negros enormes que le llenaban toda la cara. Vestía igual que su acompañante pero la camiseta era negra y dos tallas más pequeña de lo recomendable.

Tras quince segundos eternos decidí romper aquel estupido silencio:

- ¿Qué queréis chicos? Si vendéis algo estáis perdiendo el tiempo… - Fue lo mas apropiado que improvise a decir.
- ¿Es usted Hank? – pregunto la jovencita con la voz entrecortada. – Nos habían dicho que vivía aquí...
- Si… - Deje la frase en el aire y pensé en las posibilidades. Aquellos dos no habían visto jamás a Hank, o quizás si. Que más daba. Decidí intentar hacerme pasar por Hank y ver que ocurría… - Si, claro que soy Hank, pero parece que esperabais a otra persona ¿no?
- Es cierto señor… - comenzó a decir el chico con ojos de rata – le imaginábamos bastante mayor…. El caso es que nos gustaría saber si aceptaría beber con nosotros – Levanto la bolsa y la muñeca de porcelana repitió el gesto instintivamente.
- Claro que si chicos, Hank nunca dice no a una copa gratis. Pasad y poneos cómodos mientras yo saco vasos y una cubitera –

Entre a la cocina y puse varios vasos sobre una bandeja. Luego cogí la cubitera y saque una bolsa de hielos del congelador. ¿Cuántos de vosotros tenéis bolsas de hielo en el congelador? Me veía yendo a alcohólicos anónimos en no más de 3 meses….

- Por cierto chicos!! No me habéis dicho como os llamáis!! – Grite desde la cocina mientras terminaba de colocar un plato de anacardos sobre la bandeja. (Me encanta comer anacardos mientras bebo)
- Yo me llamo Marco y ella es Omaya – le escuche decir mientras iba por el pasillo. ¿Qué nombre es Omaya? – pensé
- ¿Dijiste Omaya? Es que no te escuche bien –
- Si – dijo Omaya “muñequita de porcelana” mientras Marco iba llenando los vasos – Hace 19 años durante unas inundaciones en algún país sudamericano paso algo que por lo visto a mi madre no dejo indiferente. Era la historia de una niñita de unos 10 años que quedo atrapada bajo el cuerpo inerte de su madre, y cuando los soldados fueron a rescatarla, ella les dijo que no pusieran en juegos sus vidas e intentaran salvar a otras personas. Que su madre era todo lo que tenía en este mundo y no quería separarse de ella. Los soldados evidentemente intentaron rescatarla pero sin éxito. Ya inconsciente la llevaron al Hospital y no consiguieron reanimarla. Su nombre era Homaira. El caso es que mi madre no consiguió recordarlo como sonaba y me puso Omaya. –
- Un nombre único para una chica única. Mis padres no se calentaron mucho la cabeza. Abrieron la Biblia y cogieron el primero nombre que vieron. Salio Javier. Menos mal que no salio Zacarías o Job. –

Tres horas y medio litro de vodka después las cosas empezaban a animarse. Marco y Omaya llevaban saliendo casi cuatro años y no eran una pareja corriente. Ambos eran totalmente bisexuales y muy morbosos. Habían leído mis libros (bueno míos no, de Hank) y llevaban tiempo intentando conocer a Hank. Buscaban “alicientes”. Así lo habían llamado.

Y yo era parte de su búsqueda de alicientes. Bueno yo no, ya me entendéis.

-Me gustaría ver como mi novia se la chupa al autor de “No deberías haberme rechazado zorra”-
(Arqueé las cejas)
-Si, esa novela me pone a mil, sobre todo cada vez que Hank, es decir tu, usa la expresión “te voy a partir por la mitad”- dijo Omaya.
- Romántico ¿eh? – le dije a muñequita de porcelana guiñándole un ojo – Soy demasiado directo, pero (como dicen) solo hay dos maneras de hacer las cosas, como las hago yo y mal. Al que no le guste que no mire…

El resto de la noche no vale la pena que os lo cuente. Ya sé que estáis esperando un poco de sexo para saciar vuestras enfermas mentes y calenturientas conciencias pero… bueno va… pero solo un poco…

Se arrodillo y gateó hasta mí. Comenzó a acariciarme la entrepierna y saco el juguete de su guarida. Todavía no estaba preparada. Cosas del alcohol. Pero ella sabía como solucionar aquello.
Se agarro a mis rodillas y comenzó a lamerla. ¿Quién dijo aquello de dadme un punto de apoyo y moveré el mundo? Me vino a la cabeza esa expresión al sentir las uñas de Omaya en las rodillas. Parecía una gata en celo. Si alguien intentara quitarla ahora mismo de allí me desgarraría la piel.

Marco estaba en el sofá, frente a mí, masturbándose. Miraba como su novia me chupaba la polla. Estaba realmente excitado. Cada cual con sus gustos sexuales ¿no?

Eche la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, concentrándome en los sonidos. La cabeza me daba vueltas. Me agarro de los huevos con la otra mano y siguió chupando. En aquel momento no me extraño sentir hasta 3 manos tocándome. (Otra vez) Cosas del alcohol. Paró por un segundo y siguió. Esta vez mucho más rápido. Quería que me corriera. Yo seguía concentrado en el silencio. Abrí los ojos y vi la lámpara del techo moverse como si estuviéramos en un camarote del Titanic el día del hundimiento. Sabía que no se movía, pero no podía detenerla. Estaba a punto de correrme. Me incline para ver que hacia Marco. Pero en el sofá estaba Omaya masturbándose. –Vaya, vaya – pensé… -¿Entonces quien coño me esta chupando la polla – Todo eso con la inercia del borracho, con la cabeza y el cuerpo totalmente separados. Me corrí. Y Marco se lo trago todo.

Volví a echar la cabeza hacia atrás, cerré los ojos y pensé: -¿Qué más dará….?